Lo sucedido ayer en la sesión de la Comisión Permanente es un retrato de la política mexicana de nuestro tiempo: un espacio donde la violencia sustituye al diálogo y la fuerza (física o política) se impone sobre la razón.
Ante la negativa de Fernández Noroña a sostener una conversación con él, Alejandro "Alito" Moreno lo tomó del brazo, a lo que el primero contestó con un "No me toque". La reacción del presidente del PRI fue inmediata y desmedida: empujones, cachetadas y manotazos, incluso acompañado de dos diputados que, junto con Moreno, golpearon en el piso a un funcionario del equipo de Noroña que intentaba separarlos.
La agresión de Moreno no ocurrió en el vacío. Fue el clímax de una jornada marcada por insultos y descalificaciones. Rubén Moreira, coordinador priista en San Lázaro, llamó “punta de narcos” a sus opositores y gritó “¡En especial a ti, cabrón!”, en aparente referencia a Adán Augusto López. También abundaron acusaciones vacías de “traición a la patria”, lanzadas de un lado y otro.
El desencadenante inmediato fue la ruptura de un acuerdo parlamentario: Noroña decidió ignorar el pacto para que cada grupo político pudiera tomar la palabra y presentar un balance de los trabajos de la Comisión Permanente. Esa acción, irresponsable, abrió la puerta al estallido.
Los jaloneos y golpes son vergonzosos y lamentables condenables , pero lo verdaderamente grave es lo que revelan: un Congreso incapaz de escuchar, de construir y de dialogar. Nuestros representantes, en lugar de debatir con ideas, optan por los insultos y los puñetazos.
Este lamentable acontecimiento muestra el panorama político del México de hoy, donde prevalecen la intolerancia, la imposición y la incapacidad de diálogo.
Foto: Agencia Reforma
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