La reciente ruptura del PAN con el PRI ha sacudido el panorama de la escasa oposición política que hay en el país. Jorge Romero, presidente nacional del PAN, anunció que su partido buscará un "relanzamiento" y una "nueva era azul", distanciándose del PRI para recuperar su identidad y credibilidad ante la ciudadanía.
Esta ruptura no ha sido bien recibida por el PRI. Alejandro Moreno, líder del tricolor, calificó la decisión de "cobardía política" y acusó a los panistas de "lloriquear" y tratar de "lavarse la cara" tras los señalamientos del gobierno federal, como el caso del "cártel inmobiliario" en Benito Juárez.
Esta alianza, en su momento, fue vista como una estrategia para enfrentar al oficialismo. El nuevo camino que el PAN pretende tomar, efectivamente, debilita al conjunto de la oposición frente a la 4T. Sin embargo, el blanquiazul tiene claro que el PRI es un lastre reputacional que no se puede permitir. La cuestión es todo lo demás que le faltaría para reconstruir su credibilidad a ojos de la ciudadanía.
En lo inmediato, la ruptura de la alianza deja al PRI aún más debilitado y a Alejandro Moreno aún más solo. En lo estructural, las declaraciones de ambos dirigentes muestran que la oposición no tiene rumbo. Lo único que tenía el PRI es un discurso que pretende levantar las pasiones contrarias a la 4T y una alianza que lo mantenía medio vivo. Por su parte, el PAN se lanza solo en una apuesta que carece de contenido programático.