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Sobre el Congreso de la Unión: ¿habrá algo más que estridencias y sumisión?

Sorprenden más las coincidencias que las diferencias entre la clase política mexicana. En particular entre las y los legisladores. 

Buscan distinguirse en los discursos mientras se igualan en las prácticas. En las formas,  simulaciones, adulaciones, triunfalismos y veleidades. También en la soberbia y la sumisión. 

Si bien la falta de seriedad, reflexión y discusión han distinguido a esta Legislatura, las anteriores no han sido tan distintas. La gran diferencia radica en la trascendencia de las reformas que esta Legislatura aprobó en los últimos dos periodos ordinarios y en el último extraordinario. Reformas de gran calado que tendrán un impacto real en los próximos años y que llegaron para quedarse, para uso y abuso del actual partido gobernante y de los que vendrán después. 

En el Congreso mexicano lo que importa es cuál partido político detenta más poder y manda en el poder ejecutivo. Hoy Morena ejerce su poder a plenitud porque puede. Como lo haría cualquier otro partido si pudiese. Como lo harán otros en el futuro.

Históricamente, en menor o mayor medida, el Legislativo mexicano ha sido autoritario, acrítico y autocomplaciente. Y el partido que lo domina ha sido impositivo, oportunista y cortoplacista. 

Y todos los partidos dominantes se han caracterizado por redactar leyes de ambigüedad deliberada, con discrecionalidad y amplios espacios para que el Ejecutivo al que responden ejerza el poder sin estorbos.

Hoy el PRI y el PAN son víctimas de lo que ellos mismos aprobaron para su beneficio en sexenios anteriores. El tope de 8% en la sobrerepresentación aplicada a partidos mas no a coaliciones es un ejemplo.  

Más allá de sus afinidades actuales y de las presiones recibidas, el INE justificó la mayoría calificada en la Cámara de Diputados a la coalición Morena, PVEM y PT basándose en una ley de hace años. Y en el Senado dicha mayoría la consiguieron con usos y costumbres que han caracterizado a todos los partidos. 

A Morena le pasará lo mismo. Lo que hoy hace, mañana le harán.

El Congreso mexicano se degrada a sí mismo. Parte por su cultura y prácticas persistentes; parte por volverse cada vez más una servil oficialía de partes del Poder Ejecutivo.

Los excesos presentes del Congreso son consecuencia de sus excesos pasados. Morena no lo inventó, simplemente lo aprovecha y usa a conveniencia.

No sorprende por todo ello la ausencia de liderazgo político y social de la gran mayoría de las y los diputados y senadores. Lo que les falta no lo da ganar una elección, mucho menos una curul o escaño plurinominal.