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¿Debe México mirar a China y romper con Estados Unidos?

México enfrenta una compleja posición ante el incierto panorama internacional. El punto focal es la gigantesca dependencia que el país mantiene con Estados Unidos, una exposición que reduce drásticamente los márgenes de maniobra ante cambios abruptos en la política estadounidense. Si se considera que están próximas las elecciones intermedias en Estados Unidos, la incertidumbre crece.

La administración de la Presidenta Claudia Sheinbaum, a través del Plan México, busca reducir esta vulnerabilidad económica, aunque aún no avanza a la velocidad deseada. Históricamente, México ha recurrido al concepto de "no alineación" —un término que viene de la etapa histórica bipolar— que, en el pasado, permitía distanciarse retóricamente de Washington mientras existía una cercanía operativa total.

Hoy, la clave es quizá imaginar cómo será el futuro internacional. Existe un debate vibrante sobre si el futuro es chino o si el dominio estadounidense persistirá. Quienes apoyan a China destacan su régimen técnico-ingenieril, mientras que los defensores de EE. UU. señalan su creatividad, su poder militar,  economía  y su despliegue de poder blando.

La postura más estratégica para el país sería no alinearse de manera activa. Esta política no implica rechazar a las potencias, sino vincularse con ambas. Su propósito fundamental es ser proactivo con EE. UU. para presionarlo a mantenerse en un orden internacional de reglas, evitando así que China, en caso de un retiro de Washington, se haga con el control regulatorio global.

Las acciones de la Presidenta Sheinbaum desvelan un compromiso con EE. UU. en el corto plazo, la estrategia debe diseñarse pensando en los próximos 30 o 50 años, pues la historia ha demostrado qué tan rápido cambian las cosas.