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Claudia Sheinbaum y la presidenta nacional de Morena, Luisa María Alcalde, han promovido con insistencia que los miembros de su movimiento político deben vivir en la “justa medianía”, apelando a la austeridad y al ejercicio humilde del poder, por más recursos personales que se tengan. Tan sólo ayer, Alcalde se expresaba en estos términos:
“Reforcemos la idea de que nuestros dirigentes, aunque tengan los recursos para ponerse ropa muy cara, a lo mejor yo tengo los recursos para comprarme un abrigo de piel de no sé qué cosa, pero no hacerlo; somos dirigentes de un movimiento que tiene que poner el ejemplo de la justa medianía”.
Sin mencionarla directamente, el presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, desestimaba estas declaraciones unas horas más tarde y declaraba en una transmisión en vivo en sus redes sociales:
“Hoy vi que estaba diciendo alguien de la dirección de Morena, creo, que aunque tengas para pagarte algo… no, no, no, no. (Benito) Juárez fue muy claro: la medianía, decorosa medianía, como le decía, es en base a tu ingreso, la justa medianía, lo que tú puedes pagar con tu ingreso es correcto”.
El senador parece confundir la medianía con no servirse de recursos que no son propios para el beneficio personal. Pero ésa no ha sido la discusión, sino el estilo de vida que llevan muchos integrantes del grupo en el poder, a pesar de definirse como un movimiento conformado “por el pueblo” y con mantras como “no puede haber gobierno rico con pueblo pobre”.
Aunque no sea con declaraciones, sino con acciones, otros políticos desafían las invitaciones de la presidenta Sheinbaum y la presidenta del partido a no vivir con lujos, como ha quedado demostrado en los viajes de personajes como Andrés Manuel López Beltrán a Japón, Ricardo Monreal a Madrid o Miguel Ángel Yunes en Capri.
Las contradicciones a la luz de la ciudadanía son evidentes, pero parece que tampoco hay un acuerdo al interior del movimiento sobre uno de los elementos que conforman su identidad y que ayudaron a colocarlos en el poder.
