El exfutbolista convertido en diputado federal por el partido Morena, Cuauhtémoc Blanco, sigue protagonizando episodios que generan fuertes críticas sobre la responsabilidad pública, la imagen política y el compromiso ciudadano. El evento es ya conocido: eurante una sesión virtual de la Cámara de Diputados en la cual se discutía el dictamen sobre la Ley de Aguas Nacionales, Blanco se conectó brevemente y solicitó que le registraran la asistencia mientras se encontraba en una cancha de pádel, con raqueta en mano y el sonido del juego de fondo.
Cuando se le cuestionó sobre su presencia y su voto en dicho trámite, Cuauhtémoc justificó su situación con el argumento de que “mi corazón necesita ejercicio”, pues tras varios años en la política y en la gestión pública, según comentó, los médicos le recomendaron actividad física. “Necesito hacer ejercicio tras diez años como político”, dijo.
Al día siguiente, y ser increpado sobre dicha situación, con sonrisa dibujada en su boca, exclamó: "si me quieren multar, que me multen".
La imagen es, sin duda, simbólica, un diputado más preocupado por dar un par de raquetazos que por intervenir en una discusión legislativa importante, mientras su nombre se anota para efectos administrativos. Una escena que representa, para muchos, una falta de respeto al mandato que le otorgaron miles de ciudadanos que confiaron en él por su trayectoria deportiva, su supuesta integridad y la promesa de “hacer las cosas diferentes”.
¿En qué se está convirtiendo Cuauhtémoc Blanco? Un hombre que en su momento fue aplaudido por su desempeño dentro del campo de futbol y por una imagen popular cercana al pueblo, se ve ahora cuestionado por apariciones como ésta que erosionan su capital político. Más allá de la justificación médica-deportiva que él plantea, lo que se pone en tela de juicio es algo más estructural: ¿cuál es su nivel de compromiso real con la función legislativa?, ¿qué tan transparente es su gestión pública?, ¿y qué mensaje envía a quienes creyó en él como símbolo de dignidad y cambio?
Si Cuauhtémoc Blanco aspira a recuperar la credibilidad, deberá demostrar que su presencia trasciende un registro automático de asistencia y que su labor legislativa tiene contenido, ideas y responsabilidad. De lo contrario, la frase “lo conocemos como deportista cercano” se quedará como nostalgia de un tiempo en que el voto y la confianza no estaban tan desinflados.
Cuando se le cuestionó sobre su presencia y su voto en dicho trámite, Cuauhtémoc justificó su situación con el argumento de que “mi corazón necesita ejercicio”, pues tras varios años en la política y en la gestión pública, según comentó, los médicos le recomendaron actividad física. “Necesito hacer ejercicio tras diez años como político”, dijo.
Al día siguiente, y ser increpado sobre dicha situación, con sonrisa dibujada en su boca, exclamó: "si me quieren multar, que me multen".
La imagen es, sin duda, simbólica, un diputado más preocupado por dar un par de raquetazos que por intervenir en una discusión legislativa importante, mientras su nombre se anota para efectos administrativos. Una escena que representa, para muchos, una falta de respeto al mandato que le otorgaron miles de ciudadanos que confiaron en él por su trayectoria deportiva, su supuesta integridad y la promesa de “hacer las cosas diferentes”.
¿En qué se está convirtiendo Cuauhtémoc Blanco? Un hombre que en su momento fue aplaudido por su desempeño dentro del campo de futbol y por una imagen popular cercana al pueblo, se ve ahora cuestionado por apariciones como ésta que erosionan su capital político. Más allá de la justificación médica-deportiva que él plantea, lo que se pone en tela de juicio es algo más estructural: ¿cuál es su nivel de compromiso real con la función legislativa?, ¿qué tan transparente es su gestión pública?, ¿y qué mensaje envía a quienes creyó en él como símbolo de dignidad y cambio?
Si Cuauhtémoc Blanco aspira a recuperar la credibilidad, deberá demostrar que su presencia trasciende un registro automático de asistencia y que su labor legislativa tiene contenido, ideas y responsabilidad. De lo contrario, la frase “lo conocemos como deportista cercano” se quedará como nostalgia de un tiempo en que el voto y la confianza no estaban tan desinflados.
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